martes, 6 de agosto de 2013

El Tiempo del Musico (Cuando se acaba la función).

Por Dixon Rojas.
1 de junio de 2012 a la(s) 17:55
          Cuando era más joven, Me deje seducir y envolver por la música y su ambiente , creí que me convertía en una especie de ser diferenciado, y que formaba parte de un “clan” donde otros similares devotos, afinaban en mi carácter, mis ideales, mis objetivos y mi forma de ser en lineas generales; y que cualquier discusión relacionada con tales semejantes, se resolvía bajo el paraguas del amor hacia la música, pero sobre todo, bajo los valores que ésta nos ofrecía. Más allá de mi aprendizaje teórico, aprendí a no dejar de ejercitar los oídos hacia la obertura y la comprensión -ejercicio vital también para ser persona- aprendí y aprendo a abrir el alma ante los misterios de lo indescriptible e indecifrable, a No negarme ante acordes aún sin nombre, impronunciables en el método tradicional que nos subyuga, y sobre todo a no cerrar la mente ni las ideas ante lo desconocido. Este ejercicio místico (y digo sin complejo alguno), creía propio de cualquier músico, unos valores que me hicieron creer, que en mi gremio, a todos nos movían las mismas cosas.
          Cuando visitaba algún sitio nuevo ó desconocido, exploraba un poco los sitios conocidos visibles, las calles sobre las que ejercemos cierto control, preguntando a los locales sobre el lugar en sí; en la “normalidad” asumida, en la que nos dicta la seguridad de ser músico. Siento, que hasta ahora, mi paseo por el “país de los practicantes de la musica” apenas ha excedido de una visita típicamente turística, exceptuando, ciertos callejones, transitados por muy pocos; extraños e inusuales pocos, que de tan inusuales y extraños, se nos antojan a la desconfianza, que de tan incomprensibles y desconocidos, nos arrebata el miedo disimulado, aquellos que al intuir mínimamente su gran sabiduría, nos descubre la insoportable sensación de la levedad de nuestro ser.
          Pero volviendo al paseo turístico. Llevo unos días, que por fuerzas de causa mayor, he paseado excesivamente por las avenidas concurridas del “país de los practicantes de la música”, entre la inercia de las ovejas, ensordecida de un balar egocéntrico sin fin, ni dirección. Un golpe de realidad, donde siento el abandono total de aquellas creencias juveniles. No! Los músicos no somos iguales, no nos mueven los mismos valores; No sentimos La Música de la misma manera. Básicamente, y como denominador común, he descubierto, que existe una falta de respeto total hacia ella, más bien priman las apariencias, el poder, el estatus y la vanal necesidad de crearse algo en las entrañas, que justifique la reverencia al ser no-querido que llevamos dentro, anhelante vehementemente, un anhelo vitalicio para nuestra desgracia. Duele saber, que ya desde tiempos de Aristóteles, se le concedía a La Música un poder ético, indispensable para nuestra formación desde la infancia. Que los griegos desarrollaron el misterio de las melodías y los modos, bajo el respeto indiscutible, del poder anímico y espiritual de La Música. Cómo imaginarme los días, meses y años, que Pitágoras dedicó a escudriñar los enigmas de tal poder, y cómo partiendo de sus conocimientos matemáticos, concluyó la naturaleza de lo que conocemos hoy como armonía y la afinación de la escala musical.  Mucho antes, Confucio concebía la música no como un entretenimiento, sino como una vía de purificación de los pensamientos propios;  uno de sus discípulos, k’in dijo una vez:  “Podemos imaginar que el cuerpo del músico está en una galería o en una sala, pero su mente mora entre los bosques y los ríos”.
          Pero no pretendo dar ninguna clase magistral de historia de la música, ¿para qué? ¿serviría de algo recordar que la génesis de La Música en cualquier cultura, viene generada por un contacto místico? Por una necesidad enigmática, por la búsqueda de la belleza, por el encuentro con lo sobrenatural, por el contacto con nuestro interior, por el contacto con nuestros semejantes, por la exploración con lo extra-sensorial, por el abrazo con la emoción, porque a través del poder que ejerce sobre cualquier ser vivo conocido, nos conecta con nuestra condición humana…
¿En qué se ha convertido la relación de los “practicantes musicales” con La Música?.
          Paseo por la avenida turística de este país pervertido y sólo encuentro, sólo escucho, practicantes con ansias de poder y fama, Que vomitan su “música” como balas sin dirección, una melodía incesante que clama, que ruega “¡mirame, idolatrame, apruebame, dame, contratame!. Porque en esta avenida de nuestra vida, los transeúntes están rodeados de flechas luminosas que prometen una vida mejor. Sigue la flecha, como quien sigue el ejemplo. Me rodean centenares de seres que me piden mi atención. Me auguran la liberación de la frustración, pero no me explican qué la genera.  Esta avenida es una violación pública consentida. Algún conocimiento extra sobre la influencia de La Música en la historia, me devela, que aquellos que a lo largo de los años hemos explorado, difundido y ejercido su verdadera naturaleza, también hemos sido perseguidos o ridiculizados. Y que mayormente, se nos puede tildar en contra de la la Iglesia, las modas, las buenas costumbres, las correctas apariencias, algo así como los señores de la noche de felicidad efímera. A veces, el éxito en la música, viene acompañado de un éxito mediático, no es incompatible. Otras veces, no! El éxito del que hablo, es simplemente, es crear una relación honesta con uno mismo, conectar con la música hacia adentro, para uno, con uno, a través de uno. Desde ahí, irrevocablemente, llega afuera sin malgastar esfuerzos. Y otras muchas veces nos convertimos en payasos que alegran un ambiente en determinado momento.

          Pienso abandonar de cierta forma (en mayor o menor grado) esta avenida pronto, hay que superarse y culminar ciclos. Volveré a aquel callejón tranquilo de mi vida, donde sentí con terror, como caía en el vacío de lo desconocido y me alejaba de a poco de Dios, donde mi cuerpo no era más que una mota volátil vapuleada por el capricho de La Música y su antojo indescriptible pero tenia un propósito divino... ¿decepción, dudas?, sólo al principio, ahora, simplemente sé, que he aprendido  Un poco más.